El Ermitaño Arcano IX del tarot
"Lo he dejado todo bastante claro, ¿no? No sigas a nadie ni aceptes a nadie como maestro, excepto que tú mismo te conviertas en maestro y discípulo." - J. Krishnamurti
Solo tú tienes el poder de salvarte a ti mismo. La clave está en ser una luminaria para tu propio ser, ser tu propio guía y aprendiz, ser a la vez el maestro y el alumno. Tienes el potencial de ser tu propia fuente de sabiduría y enseñanza.
El Ermitaño marca el cierre de un ciclo. Encarna la intriga del conocimiento interno, la maestría adquirida, la anhelada soledad para la introspección y la asimilación del aprendizaje. Simboliza una calma serena, una sabiduría responsable, una paciencia infinita y una reflexión profunda.
El Ermitaño encarna el eterno buscador hambriento de conocimiento. Se alza como el arquetipo del Sabio, aquel que indaga en su ser interior y persigue su auténtico propósito de vida. Una de las grandes lecciones del tarot reside en que las respuestas no se hallan en el exterior, sino en nuestro propio interior.
Este arcano revela un rico mundo interior, una luz que ilumina sin cegar, simbolizada por su lámpara que emana una suave luminosidad. El Ermitaño orienta su lámpara hacia el pasado, mostrándonos nuestro propio recorrido sin abrumar a los demás, al igual que un verdadero sabio que actúa sin imponerse.
Además, en la carta vemos que el Ermitaño se sostiene en un bastón robusto que representa certeza y apoyo, un respaldo que ha sido su apoyo a lo largo del tiempo y fortalece su fe en su propósito.
Este bastón encarna la sabiduría adquirida a lo largo de su trayecto, uno de los pilares que guía su camino. Nos brinda ayuda para comprender qué parte del sendero recorremos en total soledad, ya que nacemos y morimos acompañados únicamente por nosotros mismos.
El ermitaño busca la soledad, pero no es una soledad impuesta, es una elección. Necesita alejarse y tomar distancia para reflexionar sobre el camino que ha recorrido y asimilar las lecciones que ha aprendido, sin olvidarse de las lecciones más importantes que el propio camino le ha enseñado.
Nos enseña que el viaje en sí, la distancia recorrida, le ha permitido ver cosas que, enredado en el ajetreo de nuestra caótica vida, había dejado de notar por costumbre. El camino le ha revelado quién es realmente y lo que verdaderamente tiene valor. Nos muestra una manera más responsable de estar en el mundo, conociendo las leyes del universo para encontrar esa anhelada tranquilidad interior.
Vivir todos los acontecimientos con alegría es un recordatorio tierno de que todos tenemos la oportunidad de encontrar la iluminación a través de nuestras propias experiencias.